EL RESCATE DEL SOL
reescrito po
GÉNESIS MERA
Desde muy pequeño Mokele, el hijo del jefe de la tribu, hacía muchas preguntas como cualquier niño de su edad. Cuando era ya un adolescente, el joven le volvió a preguntar a su padre:
—¿Qué ha ocurrido con el sol? ¿Por qué los días son oscuros como las noches?
La respuesta de su padre fue simple, la misma de siempre:
—Querido, Mokele, alguien ha robado el sol.
El jefe de la tribu le contó a Mokele que durante diez largos años hubo una interminable batalla entre su tribu y otra lejana. La causa de esta guerra había que buscarla en la codicia de aquella tribu lejana por adquirir el sol, únicamente para ellos.
Después de escuchar el terrible relato de su padre, Mokele, indignado, decidió viajar hasta los confines del nuevo mundo para recuperar lo que por derecho también les pertenecía a ellos: el maravilloso sol.
El viaje fue largo, con sus noches gélidas y sin compañía, pero Mokele lo emprendió seguro de sí mismo, convencido que tras su esfuerzo encontraría una gran recompensa. Al cabo de muchas lunas, divisó en la lejanía unos pequeños rayos que iluminaban ligeramente su camino. Como si hubiera descubierto el paraíso, Mokele corrió y corrió hasta aquel lugar misterioso.
Cuando llegó, se dirigió directamente a la tipi del jefe de aquella tribu con la intención de retarlo a un duelo para arrebatarle el sol. Frente a la choza gritó con todas sus fuerzas:
—Soy Mokele, hijo del jefe de la tribu a la que robasteis el sol. ¡¡Vengo a recuperarlo!!
Al darse cuenta de que no obtenía respuesta, decidió adentrarse en aquella choza. Ya dentro, pudo contemplar una silueta femenina que lo atrajo con sus formas sensuales.
—Me llamo Roxane—le dijo la mujer cuando estaba más cerca—mi padre, que es el jefe de la tribu, no se encuentra ahora aquí. Bebe este sabroso caldo mientras lo esperamos juntos.
Mokele dudó, pero al fin lo aceptó. Cuando iba a dar el primer trago, se dio cuenta de que la chica no bebía y pensó que tal vez pretendía envenenarlo. Mokele salió apresuradamente de la choza y se escondió a esperar a su enemigo. Media hora más tarde, el jefe de esa tribu adversa llegó, escuchó el reto de Mokele y, con una sonrisa burlesca, aceptó batirse en duelo con el joven.
Mantuvieron una lucha desigual, debido a la fiereza del jefe enemigo, pero el joven Mokele, que tenía fama de audaz y paciente, aprovechó un descuido del jefe para atacar su punto débil, derrotándole de ese modo.
Mokele recuperó la luz del sol y el brillo del amor, ya que Roxane cayó rendida en sus brazos.
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