OJO DE ÁGUILA
reescrito por
Mª CARMEN VILLA
En los comienzos de la vida, en el Este, la gente no conocía aún el fuego real, usaban una especie de fuego inservible, inútil para calentar ni guisar los alimentos, por lo cual sobrevivían con verduras y pescados crudos.
En el Oeste, sí existía el fuego, pero tampoco servía para cocinar.
En el Norte y en el Sur había miles de personas, pero tampoco tenían fuego eficaz.
En todas partes se preguntaban dónde encontrar el fuego real.
Una noche, todos los habitantes de todos los puntos cardinales salieron juntos en su búsqueda, cubriendo un amplio territorio, aunque sin éxito alguno. Después de su fracaso, los jefes indios celebraron un consejo, en el que decidieron que el más valiente debería descender al infierno, donde seguramente residiría el fuego.
Ojo de Águila fue el elegido. Llegó, descendiendo por un agujero oscuro, y comprobó cómo centenares de espíritus expulsaban fuego por la boca. A medida que el fuego salía expulsado, Ojo de Águila lo purificaba y lo guardaba en inmensos cubos de metal. Cuando la carga fue la suficiente, ascendió por el mismo agujero oscuro hasta que llegó al poblado.
Gracias a este valiente Ojo de Águila, el fuego se utiliza en la vida cotidiana.
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