domingo, 25 de noviembre de 2012

11. La llave de la felicidad




LA LLAVE DE LA FELICIDAD
reescrito por
MARÍA GONZÁLEZ ROJAS




          A las afueras de un pueblo vivía el Divino en un gran palacio, lleno de riquezas. No le faltaba de nada, poseía todos los bienes inimaginables, ya que le sobraba el dinero. Pero en el fondo, un vacío íntimo le carcomía por dentro: estaba solo en el mundo. No podía compartir con nadie todo lo que poseía.

          Un día se le ocurrió hacer algo que, sin saberlo, cambiaría su vida para siempre. Con ayuda de la magia, creó a dos seres que siempre le acompañarían. Comenzó a jugar con ellos, paseaban alegres por los maravillosos y verdes jardines y hacían multitud de cosas los tres juntos.

          Al cabo de unos meses, el Divino se marchó de viaje por asuntos de negocios, asegurando a los seres que regresaría muy pronto. A la vuelta, dos semanas después, descubrió sobre una pequeña mesa de madera de sus aposentos un pergamino, escrito con perfecta caligrafía, que le informaba de que los dos seres se iban, puesto que habían encontrado una llave que les conducía a la felicidad. El Divino comprendió que los dos seres le habían abandonado para siempre.

          Las semanas siguientes fueron tristes y aburridas para el Divino. Cansado de su vida, una noche veraniega se le ocurrió crear a un ser humano como ningún otro pero, para que este no le abandonase, pensó en esconder la llave de la felicidad con la que los otros dos seres se habían fugado. Pensó en tirarla al mar dentro de un cofre, aunque comprendió que el nuevo ser humano podría nada hasta dar con ella. Pensó en esconderla en una cueva lejos del palacio, pero asumió que allí también podría encontrarla.

          Fue entonces cuando se le ocurrió una magnífica idea. Como la llave de la felicidad era diminuta, la mejor opción era esconderla en su interior. Así que una noche, el Divino ofreció a su querido ser una porción de tarta de fresa. Este no rechazó la oferta, ya que tenía hambre, y en solo dos bocados se comió la tarta entera. La llave estaba dentro de él y no podría encontrarla nunca.

          Aunque estuviera tan cerca, el ser humano nunca encontró la llave de la felicidad.




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